Lo ideal sería hacer un día entero de dieta y luego ir añadiendo alimentos poco a poco.
Lo recomendable es ir introduciendo a lo largo de la semana, cada día, un alimento más complejo.
Primero pescado blanco, luego pollo, otras verduras, pasta y por último la carne, y además cocinar de forma más compleja, no sólo sopas, purés y compotas. Así hasta completar una alimentación más equilibrada.
Al levantarse en ayunas: un vaso de agua caliente con limón.
Desayuno: fruta fresca: manzana, pera, melocotones, melón, uvas o albaricoques. Una rebanada de pan integral con miel, té flojo o café de cereales.
Media mañana: Un zumo de frutas naturales.
Comida o almuerzo: Sopa de verduras. Compota de manzana con dos galletas de avena o centeno.
Merienda: Zumo de frutas naturales.
Cena: Zumo de zanahoria remolacha y apio (es la mejor verdura para la vesícula) arroz integral y compota de manzana.
Antes de dormir:
Una infusión de diente de león.